El 27 enero se ha conmemorado los 75 años de la liberación del campo de concentración nazi de Auschwitz, en Polonia, donde murieron unos 2.5 millones de judíos de los cerca de 6 que fueron exterminados durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) por orden del diabólico Adolfo Hitler. Nadie puede borra de su mente la escalofriante miniserie de televisión Holocausto, emitida en 1978 por la cadena norteamericana NBC que presentó el drama de los Weiss, una familia judío-alemana, cuya fatídico desenlace sucedió precisamente en Auschwitz, donde fueron arrasados.

Los soviéticos lograron su liberación y lo que pudo encontrarse en su interior puede merecer la más terrorífica de las narraciones sobre los límites de la inhumanidad. En Israel pude conocer el Museo de la Historia del Holocausto donde solamente al ingresar el silencio se vuelve una exigencia para tributar respeto a la memoria de las víctimas quedando el infausto registro de uno de los episodios más siniestros de la historia de la existencia de la especie humana.

Pero Auschwitz como Sobibor, también en Polonia, y otros campos de exterminio, se debieron al enceguecido nacionalismo de esa época liderado por el nazismo de Hitler y el fascismo B. Mussolini. Para los alemanes que sus niños y jóvenes conozcan las verdades de lo que pasó en los referidos campos de concentración es fundamental en el proceso formativo de la ciudadanía alemana. Las excursiones a los campos de exterminio son prácticamente obligatorias y forman parte de una inversión prioritaria por parte del Estado alemán que va en correlato con el desarrollo temático en la currícula escolar.

No ocultan nada. Al contrario, se esfuerzan en mostrar todo lo que jamás debería volver a suceder entre seres humanos. Realmente deberíamos aprender de la sociedad germana. Las atrocidades del terrorismo en el Perú en los años 80 y parte de los 90 deberían ser conocidas con profundidad por las nuevas generaciones de peruanos. Eso no ha pasado en casi 30 años. No nos engañemos. Por eso hay quienes erradamente hablan de presos políticos, de guerra interna o de guerrillas y por eso en esas tres décadas han dejado surgir al Movadef y otros 33 grupos afines. Seguimos siendo una sociedad esencialmente desidiosa y reactiva.

TAGS RELACIONADOS