La Organización de los Estados Americanos - OEA, fundada el 30 de abril de 1948, en la ciudad de Bogotá, Colombia -fueron 21 países los que le dieron vida, entre ellos el Perú-, viene siendo objeto de un insólito discurso contra su unidad y vigencia panamericana, sustentada a lo largo de sus 73 años de existencia, por parte del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que no cesa de pregonar su desaparición. Preocupa y mucho que haya surgido una posición notoriamente ideologizada que atenta contra el foro político más importante de nuestro hemisferio y de hecho el más antiguo del mundo, dado que sus orígenes se hallan en la Primera Conferencia Internacional Americana de Washington en octubre de 1889 -gobernaba el Perú Andrés Avelino Cáceres- y que fue hasta el mes de abril de 1890, en que ya era mandatario Remigio Morales Bermúdez. Es bueno recordar que en ese marco, fue decidida la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas, lo que significó el primer esbozo del panamericanismo que tuvo enorme impacto a mediados del siglo XX en todo nuestro hemisferio. La OEA, como ninguna otra organización en América, tiene una participación activa y de buenas relaciones, en prácticamente todos los países que la integran, y ello le ha permitido un nivel de vinculaciones estrechas, en la idea de coadyuvar en el fortalecimiento de los países, y para crear las condiciones para un ambiente de paz en la región con relaciones recíprocas y solidarias. Es verdad que a todos los gobiernos de los países de la OEA -35 Estados- no tiene que gustarle el estilo del secretario general del foro de turno. Esa realidad, como seguramente puede ser el caso de la posición respetablemente formada pero errada que pudiera tener el presidente AMLO respecto del uruguayo Luis Almagro, no puede ser una razón como para sostener insistentemente el reemplazo de la OEA por otra organización.  Insisto, no hay que mirar ideológicamente a un foro como la OEA, desde su origen, hecho más bien para converger con tolerancia a los países y a sus gobiernos políticamente heterogéneos.