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Primero fue el mausoleo en Comas, donde se ofrecía réquiems con bombos y platillos por los senderistas muertos en El Frontón; luego la venta de un panfleto del Movadef en el mismo corazón de la San Marcos y ahora último decenas de volantes regados en las calles de Huánuco con peroratas diversas, entre ellas una amenaza de muerte contra la congresista fujimorista Karina Beteta (casos que, por cierto, denunció nuestro diario en su portada).

¿Qué está pasando con la lucha contra el terrorismo? ¿Y la inteligencia? ¿Y la Dircote? ¿Por qué permitimos que Sendero nos respire otra vez en la nuca y que siga con la cantaleta esa de insertarse en la vida política nacional con movimientos de fachada como el Movadef y el Fudepp?

Una cosa es perdonarnos y reconciliarnos -o al menos intentarlo-, y otra muy distinta es hacer borrón y cuenta nueva. Eso sí que es inadmisible. Nos perdonamos, pero no olvidamos. Esa debería ser la consigna, pero lamentablemente muchos peruanos nos hemos olvidado de lo que el terrorismo nos hizo.

Fue un periodo traumático y como sociedad nos hacía falta una terapia progresiva de reencuentro con nosotros mismos para superarlo. En lugar de eso, tuvimos la solución extrema de la “terapia de shock”, que ha dejado sus propias secuelas y la curación sigue incompleta.

Y la preocupación se acrecienta porque el propio jefe de la Dircote, general José Baella, en entrevista reciente con Correo, advirtió que “a Sendero le hemos ganado en la parte militar, pero política e ideológicamente ellos vienen avanzando y reconstituyendo”.

Hay quienes opinan que, como parte del proceso de sanación y reconciliación, debemos abrazar la posibilidad de que Sendero -o sus variantes- sean parte del quehacer político del país, que debemos permitirles ser parte del juego y, una vez en la cancha, ganarles el partido. ¿Pero sería eso otorgarles un derecho o un privilegio? Miren lo que ha pasado en Colombia.

PPK ya ha marcado el sendero de su gobierno diciendo que “con los terroristas no se negocia”. Esto en alusión a quienes profesan que Perú debería imitar el proceso de paz que se sigue con las FARC.

“Sendero fue más destructivo”, ha dicho el Presidente. Entonces, si sabe eso, si conocemos que la cabra siempre tira pal’ monte, por qué de una buena vez no terminamos de amputarle la cola al monstruo. Es justo y necesario.

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