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PPK ya es Presidente, le toca conducir la transferencia antes de comenzar a gobernar un país dividido en dos mitades. No será la primera ni la última vez que un gobernante asume su tarea con una votación precaria. Y si no se quiere una versión peruana de la cohabitación francesa que permite dos cabezas -una del Presidente y la otra del primer ministro, que pueden responder a Gobierno y oposición- deberá hilar fino para conseguir gobernabilidad. Ha sido elegido por el antifujimorismo y los antis no gobiernan, le toca convertirlo en pro, ver de qué está hecho este sector, qué es lo que lo une y qué es lo que rechaza.

En 2001, Toledo dio por terminada la transición de Paniagua y, aunque debió impulsar una refundación republicana, no lo hizo. Hemos avanzado 15 años con las mismas normas, sin que el antifujimorismo vencedor se diera el tiempo para hacer borrón y cuenta nueva. Ahora cuando el fujimorismo reaparece -con el respaldo de la mitad del país- deberían surgir nuevas estrategias de unidad. Tener en cuenta que el único espacio en el que todos los políticos, incluidos los fujimoristas, se sentaron en armonía a la mesa, fue cuando gestaron el Acuerdo Nacional, que contiene las 24 políticas de Estado que reflejan el ideal republicano. Si queremos un gobierno para todos los peruanos, esas políticas de Estado pueden y deberían ser el programa común en esta etapa difícil.

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