En tiempos de crisis y división del país, la selección peruana ha sido el “aglutinador artficial de la unidad nacional”. Esto se notó más en los últimos ocho años que fuimos a Rusia 2018, llegamos a la final de la Copa América y disputamos un repechaje mundialista. Sin embargo, hoy con casi los mismos jugadores, la blanquirroja es un desastre que ha dejado la autoestima y el estado de ánimo de los más de 30 millones de hinchas por los suelos.
Lo peor es que selección ya no es un elemento de identificación nacional. En los últimos días la rabia ha desplazado a la esperanza. Además se cayó el amor por la blanquirroja. Hemos escuchado en las calles frases como esta: “Ojalá la selección pierda para que se vaya Reynoso”. El daño emocional que se le ha hecho a la gente es tremendo.
Está claro que Juan Reynoso no sabe inspirar a sus dirigidos. Es increíble ver como los que juegan bien están jugando mal. Dirige un equipo confundido, obtuso y errático. Está claro que su mensaje -si es que lo tiene- no llega a los jugadores. El arquero Erick Delgado, quien tuvo a Reynoso como técnico en Cristal, dijo hace poco que “se te acerca y te dice un par de cosas y listo, tiene muy poca relación con los jugadores”. Añadió que muchos ya no querían ir a entrenar en el club celeste.
Hoy el entrenador está pidiendo que se respete el proceso a largo plazo que firmó por muturo acuerdo con la Federación Peruana de Fútbol. Parece que vive en otra realidad. No se da cuenta que en el mundo actual todo se rige por resultados. Mourinho decía que cuando hay derrotas la muletilla de los entrenadores para seguir en su cargo es el trabajo a largo plazo. “¿Acaso cuando vas a un restaurante y te sirven un plato en mal estado regresas en los siguientes días a seguir probando el mismo plato hasta que lo preparen bien?”.
Pero, Reynoso no es el único culpable de este desastre. Es cierto que desmanteló todo lo avanzado por Ricardo Gareca, pero el principal artífice de todo es el presidente de la Federación Peruana de Fútbol, Agustín Lozano, quien no solo enfrenta la indignación de los aficionados, sino también un proceso judicial que lo puede mandar a la cárcel. Si a esto le agregamos la sanción de la Conmebol por revender entradas, ya podemos tener una real dimensión de las credenciales de este señor.
Los presidentes de los clubes profesionales y las ligas departamentales tampoco pueden eludir su responsabilidad ya que sostienen como presidente de la FPF a un directivo que está tirándose abajo la reputación del fútbol peruano.