Parafraseando a Zavalita, pregunto en voz alta: ¿En qué momento se jodió el Ministerio Público-Fiscalía de la Nación? Es nauseabundo todo lo que se cocina en sus despachos, desde los nombramientos hasta las investigaciones, sin ser una entidad que pueda birlar un presupuesto ostentoso, que sí lo tienen otras instituciones públicas. ¿Qué interés es más importante que el dinero mismo? Es el poder, sin duda, pero para qué.
En las últimas décadas, la Fiscalía ha sido utilizada como una herramienta de coerción por parte de algunos malos políticos contra sus adversarios de turno. Es una maniobra que no nace con los fiscales, quienes no se atreverían a chantajear a las autoridades, sino al revés. Resulta que el bendito apoyo para nombramientos, accesos a plazas o presupuestos suele ser una deuda bien cara.
En el caso de Patricia Benavides, todo indica que fue ella, como fiscal de la Nación, quien acudió al Congreso para empeñarse a cambio de una protección política tras meterse en el lío de su hermana, acusada de favorecer a narcos. Me pregunto ¿qué hubiera pasado si dejaba que la investigación contra su familiar siguiera su curso? Tal vez su crédito por investigar a Pedro Castillo la mantendría en el cargo.
Aunque la respuesta de cuándo se jodió el Ministerio Público sea bien clara, siempre es bueno recordarles a los fiscales que, si quieren jugar a hacer política y pagar favores, dejen sus puestos y postulen a otros cargos. No hagan malabares ajenos a su oficio, ni empeñen su palabra para sostenerse en un cargo efímero. Los fiscales embaucadores le hacen un gran daño al país, y así nos jodemos todos.