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El rechazo de los latinos a la figura del excéntrico precandidato del Partido Republicano, Donald Trump, no se ha detenido desde que este apareció en la escena política pretendiendo consolidarse como la figura de su partido para las elecciones presidenciales de noviembre próximo.

Los latinos suman más de 55.2 millones de personas (17% de la población total de los EE.UU.), y de ellos son cerca de 25.4 millones los que se encuentran debidamente registrados para votar.

Se trata de una cantidad de inmigrantes nada despreciable para los comicios que se vienen aun cuando los que eligen al presidente son los miembros de un colegio electoral de 538 electores. La actitud de los latinos podría tener algún efecto dominó adverso a Trump, lo que viene siendo capitalizado por los demócratas Hillary Clinton y Bernie Sanders, los dos con mayores opciones en esa otra tienda política.

Es verdad que las recientes protestas de los latinos contra Trump, tanto en Nueva York como en Washington, no han hecho cambiar la orientación de las inexplicables preferencias hacia Trump, pero sí que serán muy apreciadas en las referidas elecciones. Las singularidades de Trump no caen bien ni a sus propios partidarios y menos a la élite política Republicana que incluso busca defenestrarlo de su ascendente camino hacia la Convención Nacional de julio en que cada partido proclamará a su candidato a las elecciones presidenciales.

Los latinos que trabajan en los negocios de Trump han expresado su rechazo e incomodidad hacia su empleador y han anunciado que no se hipotecarán en apoyarlo. Sin duda, Trump, no se los ha ganado y estos se la tienen jurada para impedir a como dé lugar su victoria. 

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