Las palabras no me alcanzarán para transmitir la indignación que este tema motiva, pero haré el intento.

Yo no soy madre, pero tengo 5 sobrinos entre los 2 y los 9 años. Sé perfectamente lo que ha significado para ellos (y para sus padres) perder casi 2 años de escuela en etapas tan vitales para su desarrollo.

Ojo, con “perder” me refiero a perder la presencialidad, claro, porque mis sobrinos son niños afortunados, con acceso a tecnología, que van a un colegio que se adaptó rápido, y con padres presentes que lo dan todo para que ellos puedan seguirse educando. Aún así, lo que han perdido en términos emocionales y sociales es inmensurable.

Para la mayoría de los niños en este país, la situación es muchísimo más grave. Aquellos niños sin acceso a tecnologías, que viven muchas veces en situaciones de violencia familiar, y que dependían de programas de alimentación escolar para nutrirse. Niños que sí han perdido estos 2 años, en todo sentido de la palabra. “Esa brecha nunca se va a cerrar” me dice mi hermana, madre de tres hijos.

¿Por qué no se priorizó la vacunación de los maestros? ¿Por qué no se ha avanzado -en absoluto- en preparar la infraestructura de los colegios públicos para el retorno a clases? Han tenido casi dos años para hacerlo. ¿Por qué demonios no lo hicieron?

Es irónico que, con un maestro de presidente, la educación siga siendo la última prioridad. Los niños pueden ir a Happyland a jugar a los carritos chocones, pero no al colegio. ¿Y Castillo? Hasta se reunió con Gareca para hablar sobre la apertura de estadios. Al diablo con los niños y sus benditos colegios, ¿no?

Si los colegios no abren ahora, ¿entonces cuando? ¿en 2, 3, o 5 años más? Señor Castillo, nuestros niños necesitan volver. No hay otra opción.