Nosotros, los peruanos, solemos llamar “padres de la patria” a los congresistas, y todo indica que estamos cometiendo una exageración porque, en la mayoría de casos, estos señores han convertido el Parlamento Nacional en un recinto de discusión banal y pérdida de tiempo, donde lo que menos importa es la producción de leyes en favor de la población.
Es más, según las encuestas de opinión, pocas personas se sienten representadas por los 130 legisladores en funciones y esto se evidencia en la precaria aprobación que registra el Congreso de la República, en el orden del 85 por ciento. Y cómo no si tenemos en las curules desde amigos de narcotraficantes hasta lobbistas, pasando por falsificadores de documentos. Con “padres” así, ¡no, gracias!
El Senado romano confería este título (Pater Patriae) a los ciudadanos más ilustres, y otra connotación indica que “padre de la patria” es un término para rendir el mayor homenaje posible a una figura histórica, considerándola como “padre” en el sentido de fundador o bienhechor de la patria o nación, al grado de identificarla con ella. ¿Alguno de los congresistas que tenemos entra a tallar (por méritos, formación académica u hechos relevantes) en estas posibilidades? Muy difícil.
Y el “padre” mayor del país, el que está en Palacio de Gobierno, se ha puesto la indumentaria de padrastro malo con programas como Qali Warma -que hace agua-, la desaparición de pañales y el utópico gas a 12 soles, tres verdaderos atentados al bienestar familiar. Así no juega Perú.
Un saludo a los verdaderos padres del Perú, o sea, a ustedes, amigos lectores.