Cada vez que ha tenido la oportunidad, la presidenta Dina Boluarte ha tratado de marcar distancia con su antecesor Pedro Castillo, al que relevó tras el golpe de Estado del 7 de diciembre del 2022, de acuerdo a lo que dispone la Constitución. Sin embargo, los protagonistas de las dos fases del triste gobierno de Perú Libre tienen algo en común que les está costando muy caro: la presencia de parientes angurrientos que creyeron que su cercanía al poder era una oportunidad para sacar algún beneficio.

Quizá con tanto tiempo a solas en su celda del penal Barbadillo, el golpista se haya dado cuenta que está donde está en gran parte por la voracidad de sus hermanos y sobrinos, pues varios testigos y colaboradores han indicado que las coimas en efectivo que recibía el profesor incluso en Palacio de Gobierno, iban a parar a manos de sus hermanos, mientras que los sobrinos eran los operadores de la banda que según el Ministerio Público, tenía como cabecilla al propio Castillo.

Ahora la presidenta Boluarte está en un serio problema por el arresto de su hermano Nicanor, quien desde hace casi un año es acusado con abundantes evidencias de usar a prefectos y subprefectos, es decir el personal, la estructura y los recursos del Estado, para formar un partido político que al menos hasta hoy parece una agrupación clandestina. También ha sido señalado como el hombre que pone y saca ministros y funcionarios públicos de acuerdo a sus intereses.

El problema es que la jefa de Estado no se ha cansado de respaldar al ahora detenido Nicanor, al extremo que ha afirmado con énfasis y malestar que todo lo que se ha dicho sobre su hermano es un invento que forma parte de una campaña de los medios que le han puesto la puntería a ella y a su familia. Se entiende la reacción si se ve solo desde la óptica del afecto a los parientes, pero un poco de objetividad no vendría mal de parte de alguien que tiene la responsabilidad de gobernar un país.

Castillo está preso por dar un golpe en medio de su desesperación por las investigaciones que hacía el Ministerio Público a él y a sus parientes, y la administración de la presidenta Boluarte se tambalea por las andanzas de Nicanor, quien creyó que con su hermana en Palacio de Gobierno, él podría hacer lo que le dé la gana. Lástima que los asuntos familiares afecten gobiernos y a la larga a un país que cada día tiene más pobres, más violencia y hasta una nueva forma de terrorismo que mata y derriba torres de alta tensión.