En los llanos de Venezuela, país que veneran ideológicamente Pedro Castillo y su partner Vladimir Cerrón, cultivan dos refranes que vamos a tener que adoptar en Perú porque hallan asidero en nuestra convulsionada y enrevesada coyuntura: (1) “Ahora los patos le tiran a las escopetas” y (2) “Ahora las paredes mean a los perros”. Algo así como el mundo al revés.
Si no cómo entender que, en el año del Bicentenario, cuando la patria debe profesarle una constante genuflexión a la libertad, la independencia, la justicia y a la voluntad general de los pueblos (los tags de la proclama que nos dejó el general José de San Martín), estemos en un tira y afloja por las mieles del poder y con muchedumbres iracundas en las calles dándole peligrosamente el voto a la Covid-19.
Ni la clase política ni la gente está comportándose a la altura que nos demanda la historia, y los organismos llamados a poner orden en la mesa, o sea la ONPE y, sobre todo, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), se han contagiado de la negligencia colectiva y lo que tenemos es un proceso vergonzoso, aunque los observadores internaciones hablen sin empacho de “comicios exitosos”.
Ojalá los patos entiendan que son patos y no traten de imitar a los pájaros que intentan nadar y a los peces que buscan volar porque, entonces, por extensión, cualquier pared se meará sobre los perros y saltaremos a vivir como Alicia en el país de las maravillas, o sea en una burbuja de fantasía bajo un establishment dominante y nocivo, como en la Venezuela de Maduro.
Lo único que faltaría son las hormigas gigantes del Gabo en Cien años de soledad para que se levanten en peso los derechos fundamentales. Y no estamos para novelas de terror.