En la literatura peruana actual, son pocos los autores que se ensucian las manos para escribir. Persiste un recato tácito, quizá por miedo al rechazo público y editorial, y las ficciones se convierten en propuestas fallidas, incluso cuando narran aspectos sórdidos y oscuros de la sociedad. Hay algunas excepciones, por supuesto, y la obra de Jhemy Tineo Mulatillo (Moyobamba, 1986) es una de ellas. “Los restos de la piel” (Tusquets, 2025), finalista del Premio Clarín de Novela 2024, es un libro provocador, sucio, irreverente y escrito desde aristas poco abordadas. Tiene conexiones evidentes, desde el título, con su anterior publicación, “Los sacrificios de la carne” (Premio José Watanabe de Cuento 2022): están las referencias bíblicas, la exploración del cuerpo (sexual, sensual, fisiológica), los personajes (Jesús, Mosés), la paternidad rota, el universo amazónico, las violencias veladas. No es un libro que agradará a todos por su propuesta arriesgada de contar desde lo descarnado, contradictorio y complejo la vida de un profesor obsesionado con la literatura y el placer que deja todo a medias, sobre todo sus escritos y sus vínculos con los demás. El protagonista, llamado Jesús, es un escritor que no ha conseguido publicar y piensa que su literatura está condenada al fracaso. Vive de manera errante, deja su tierra para sufrir el frío y la basura de Lima (uno de los pocos reproches que se le puede hacer a esta ficción es la suave presencia siniestra de la capital fuera de los cuartos de alquiler). Sin embargo, no concibe otra forma de vivir y sigue escribiendo hasta el fin de sus días. Hay otro eco aquí: el Zavalita de Vargas Llosa, el alter ego del nobel peruano que fracasó y se quedó de periodista con una existencia modesta. Jesús puede ser la otra realidad de Tineo comparten el trabajo de profesor y otras marcas, el que no pudo ser premiado con el Watanabe ni llegó a Argentina al ser finalista del Clarín con un jurado conformado por Samantha Schweblin, Mariana Enriquez y Alberto Fuguet. Pero la mayor sombra que persigue a Jesús, en toda la historia, incluso cuando no habla ni la nombran, es la Cuda, un ave de leyenda amazónica que representa la fatalidad. De hecho, después de conocer el destino de este Jesús muy humano, la palabra que cierra las 270 páginas del libro es “ave”, como la marca final de lo ineludible. Lírica, contundente, con chispazos de humor, visceral, incorrecta, metaliteraria, dinámica y conmovedora. Así es la primera novela de Jhemy Tineo.