Mientras en Occidente hoy, que es el Día de la Madre, nos esforzamos por engreír a nuestras mamás, relievando su grandeza como mujeres que viven todo el tiempo para sus hijos y por quienes darían hasta sus propias vidas, en Afganistán, país asiático a 15,314 km de distancia del Perú, el régimen Talibán, que tomó el poder en setiembre de 2021, luego de que las tropas de EE.UU. abandonaran el país, ahora en manos de Hebatulá Ajundzada, su líder máximo, ha decidido que las mujeres que no cubran su rostro en lugares públicos serán castigadas hasta con la cárcel. La medida contradice a la promesa que hicieron cuando ingresaron en Kabul tomando el Palacio Presidencial, es decir, que respetarán los avances conseguidos durante los últimos 20 años en que Washington controlaba Afganistán a poco del atentado de Al Qaeda el 11S de 2001. No me sorprende la noticia. Estaba decantado que era cuestión de tiempo. Los talibanes se hicieron visibles al comienzo de los años 90 luego del retiro de los soviéticos (1989) sin conseguir sus objetivos, y provenían de los espacios rurales de la provincia de Kandahar, en el centro mismo de la etnia pashtún, en el sur del país, y considerada una de las comunidades tribales musulmanas más grandes del mundo -unos 50 millones y la mayoría en Afganistán y Pakistán-. La práctica de la sharía o ley islámica, es obligatoria siendo para las mujeres extraordinariamente rígida. De hecho, apenas llegados los estadounidenses la proscribieron desarrollando, en cambio, los derechos humanos para las mujeres que comenzaron a asistir a la universidad y a tener una importante participación en la vida del Estado. Todo lo anterior ha quedado en nada y ahora las mujeres comienzan a experimentar el tormento social del pasado (1996-2001) en que el país estuvo controlado por los talibanes. La medida ha sido dispuesta para que las mujeres “no provoquen a los hombres”, mostrándose con el rostro cubierto cada vez que salgan de casa. La situación pareciera confirmar, entonces, que la presencia estadounidense fue en vano pues no fueron capaces de desarrollar un plan inclusivo con la población afgana y se dedicaron la mitad de las dos décadas a buscar a Osama bin Laden y la otra a neutralizar atentados.