No llega a los tres meses en el poder y Mauricio Macri, el presidente de Argentina que pregonó como lema de campaña el cambio, sí que lo está haciendo. Más allá de las importantes medidas económicas para recomponer la alicaída economía rioplatense, como por ejemplo la reciente medida de bajar impuestos a los sectores medios argentinos -los más golpeados durante el kirchnerismo-, Macri le está dando un giro total a la política exterior del país. En efecto, la proyección externa de Argentina en primer lugar no oculta su alejamiento de Venezuela sino su condena al sistema y modelo chavista al que ha achacado gran parte de la responsabilidad de la caótica situación que vive el país llanero; asimismo, ha sostenido un acercamiento maduro, prudente y alturado con el primer ministro inglés, David Cameron, con quien mantuvo un encuentro durante la reciente reunión en Suiza, dejando claro la idea de que aun cuando mantienen diferencias sustantivas respecto del asunto de islas Malvinas, ambos países no pueden detener el camino inexorable de la vinculación comercial y de otra índole. Junto a lo anterior, Macri será visitado por el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien estará en Buenos Aires los días 23 y 24 de marzo próximo. La visita de Estado de Obama será un espaldarazo a la decisión de Macri de cambiarle el rumbo a la política exterior que perdió liderazgo y fue politizada en los últimos años. Argentina es un caso atípico en el sistema internacional, pues de haber sido un país del primer mundo a fines del siglo XIX y comienzo del XX, pasó por un proceso que lo llevó a una de sus peores crisis que hoy Macri busca corregir.

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