La elección de la próxima mesa directiva del Congreso tiene que ir más allá de cualquier acuerdo de rotación al que se haya llegado hace un año en una coyuntura muy distinta a la actual, y sobre todo, no puede estar basada en los caprichos de algún líder político venido a menos en su afán por tener su metro cuadrado de poder en caso uno de los suyos maneje el Poder Legislativo y quizá por unos meses el Poder Ejecutivo, una vez que caigan Pedro Castillo y Dina Boluarte.

Hace un año, diversas fuerzas políticas, excluyendo al oficialismo y a sus aliados de izquierda, llegaron a un acuerdo para que entre 2021 y 2022 le toque presidir la mesa a Acción Popular, y que entre 2022 y 2023 haga lo propio Alianza para el Progreso (APP). Sin embargo, cuando eso se dio, si bien era previsible que el gobierno de Pedro Castillo sería un fiasco, pocos imaginaron la magnitud del mismo, ni que íbamos a tener al mandatario investigado como presunto cabecilla de una banda de hampones.

Esta situación hace que quien presida la próxima mesa directiva del Congreso posiblemente se convierta en un presidente de transición. Por eso, es urgente que para la elección del próximo titular del Legislativo se llegue a un acuerdo político, a un consenso para que su eventual gestión desde Palacio de Gobierno cuente con respaldo desde el Parlamento y le brinde legitimidad para convocar elecciones limpias y transparentes.El país no da para más. Por eso, nada se saca con un presidente transitorio sin respaldo, impuesto por acuerdos ya caducos de hace un año o por un personaje como César Acuña, el “validador” de la tesis trucha de su paisano Castillo, quien parece dispuesto a todo por colocar a “su” presidente, así como le encanta poner a sus parientes en puestos públicos, tras millonarias campañas electorales que tratan de ocultar las evidentes limitaciones de sus candidatos.

La actual situación del país necesita madurez de la clase política. Sé que es mucho pedir, pero es necesario hacerlo. Hace falta mostrar que es posible un gobierno transitorio digerible y al menos algo mejor que el Castillo, el gran responsable de todo, plagado además de elementos como Aníbal Torres, Vladimir Cerrón, Juan Silva y otros que ojalá pronto sean apenas un mal recuerdo y una muestra de la clase de gobierno que jamás debemos volver a tener.