“Cada uno es dueño de sus actos y esclavo de sus palabras” reza un viejo dicho, tan cierto como vigente, al que no hay forma de darle vuelta, de acomodarlo a nuestra conveniencia. Las consecuencias de lo que uno hace o dice, para bien o para mal, hay que asumirlas con la misma valentía con la que se reclama esa ansiada libertad de la que todos presumimos. Pues bien, ¿qué debe hacer un comunicador, cuando en nombre de esa libertad de expresión, se equivoca groseramente? ¿Qué queda? Facilito, no hay otra, toca rectificarse, pedir disculpas, admitir que lo que dijo estuvo errado, lamentar sin cortapisas el disparate. Por ejemplo, ¿no es un error gravísimo haber dicho a nivel nacional y con la contundencia de una afirmación?: “No estoy escuchando hablar a estudiantes universitarios que realmente quieren hacer una carrera, estoy escuchando a hablar a

unos aprendices de terroristas”. Viernes 31 de marzo, Magaly Medina, noticiero 90 matinal. La periodista hablando sobre la protesta de estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos por el cobro del Aporte Voluntario Estudiantil (AVE), que condicionaría la matrícula de los estudiantes. Nadie le quita el derecho a Medina de criticar la forma de la protesta y hasta de cuestionar la gratuidad de la enseñanza, en resumen opinar como desee, pero calificar de “aprendices de terroristas”, señalar como futuros delincuentes a estudiantes que reclaman sus derechos, como lo han venido haciendo hace muchos años, es irresponsable, por decir lo menos. Y, por eso, debe comprender también la indignación de miles de estudiantes y cientos de miles más que pasaron por San Marcos y que tuvieron que luchar para borrar ese estigma de violencia que le quisieron etiquetar a la universidad, para que ella de un porrazo vuelva a repetir la historia. No pretendemos sumarnos al cargamontón contra la señora Medina en las redes sociales recordándole sus errores en vivo y otros hasta pidiendo su salida; allá ellos , lo que sí hay que estar claritos es en la rectificación, las disculpas, el mea culpa tan importante en ciertos comunicadores y líderes de opinión que en los últimos tiempos se empiezan a creer por encima del resto de los mortales sin darse cuenta que son seres de carne y hueso. La soberbia es mala consejera, y mucho más cuando se está detrás de la pantalla de un medios de comunicación y uno se cree el dueño de la verdad. Siempre hay que recordarlo.