El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), uno de los pocos escuderos internacionales que le quedan al golpista Pedro Castillo, ha reaparecido mencionando al Perú en sus habituales conferencias de prensa de cada mañana, para afirmar que durante el viaje que hará a Chile no solicitará permiso para cruzar por espacio aéreo peruano en vista, ha admitido, que no hay buenas relaciones con nuestro país y que quiere evitar una “majadería” hacia su investidura.

Irónico que este pobre señor hable de “majadería”, cuando desde hace meses no ha hecho más que meterse en asuntos internos del Perú, defender a capa y espada a un corrupto y golpista como el recluso Castillo y desconocer al actual gobierno de Lima que, quiérase o no, tiene amparo constitucional por más que no le guste a quien se ha convertido en un vergonzante protector de un hombre que ocupará una celda en el penal Barbadillo por varios años.

Tengamos en cuenta que si el golpista no era detenido de forma oportuna luego de propinarle una patada a la Constitución a través de un mensaje al país lanzado desde el Despacho Presidencial en su condición de jefe de Estado, estaría dándose la buena vida en México junto a su familia, al amparo de AMLO, quien descaradamente insiste en sacar cara por un triste personaje que tuvo la intención de cerrar el Congreso, adueñarse del sistema de justicia y detener ilegalmente a la fiscal de la Nación.

Nadie que se considere demócrata y respetuoso de la separación de poderes y la legalidad, dentro y fuera del país, puede salir en defensa de Castillo, quien si no tomó el poder no fue porque no quiso, sino porque el resto de instituciones y la ciudadanía en general, en contados minutos cerraron final en defensa de la institucionalidad y el Estado de derecho frente a este sujeto que en complicidad con una pequeña camarilla de indeseables, pretendió asumir el mando absoluto sin el menor soporte legal.

Acá el único majadero ha sido el mexicano, a quien incluso no le daba la gana de dejar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico para pasársela al Perú, tal como correspondía. La retuvo simplemente porque se le ocurrió, porque quiso. AMLO pasaría a la historia solo como un personaje patético y pintoresco, si no fuera porque es el responsable de haber dañado una verdadera relación de hermandad entre dos países, algo que sin duda se recuperará cuando este señor, pronto, se vaya a su casa.