Ya se sabe que para algunos congresistas su centro de trabajo es un escenario en el que todo vale menos pasar desapercibido. Sin embargo, lo que ocurrió ayer en el Hemiciclo fue el colmo. La expresidenta del Parlamento, María del Carmen Alva, la emprendió contra su colega Isabel Cortez, a quien jaloneó y gritó desaforadamente en una clara muestra de intemperancia y agresividad de la acciopopulista. Justo cuando los peruanos esperamos que el Congreso se constituya en garante de la estabilidad política y trascender en busca de acuerdos  entre todas las bancadas para solucionar la grave crisis a la que nos tiene sumido el Gobierno, sus líderes generan más caos y anarquía. Los resultados están a la vista.

Lo de Alva es delicado y por supuesto que merece ser sancionado por la Comisión de Ética del Congreso. Su conducta se ajusta a ese afán de ejercer permanentemente su belicosidad para imponer su presunta autoridad, aunque lo único que parece es disimular su impotencia al no poder convencer con argumentos a nadie. Somos muy críticos de la congresista Cortez, quien poco o nada aporta al país. Recordemos además que hace poco se le vio forcejeando con un policía al que quiso despojar de su arma. Actitudes como estas y la de su colega Alva, son un caldo de cultivo para más fricciones, que al final generan división y polarización en el Legislativo.

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