Preguntan por qué hoy es difícil para los que integramos la sociedad, conmemorar a quienes entregaron todo por defenderla y para alcanzar los objetivos nacionales, si el poder militar, las personas que lo conforman, contribuyen a nuestra seguridad.

Examinemos: de 1965 a 1976, Naciones Unidas acuerda que argentinos y británicos negocien fin del colonialismo en las Malvinas.

Galtieri mira, diez de abril, 1982, millones de argentinos vivan y exigen recuperar las islas. Cree salvar a su oscura dictadura capturando el más caro sueño de una nación. La realidad, cual pesadilla, golpeará.

Margaret Thatcher y responsables políticos, empeñados en reformar reduciendo el estado de bienestar o las capacidades de defensa británicas, deciden recuperar militarmente las Falklands. Lograrán salvar en las elecciones al partido conservador ante laboristas y nacionalistas, que están a mano de arrebatarles el gobierno.

Mayo 25, los pilotos Carballo, Velasco, Barrionuevo y Rinke hunden al destructor HMS Coventry. Gritan “¡eso, vamos pendejo, viva la patria!”. Junio 11, Monte Longdon, Thompson, Pike, Collet, Cox, Carver, Mclaughlin y más de la Royal Army, “¡attack, shit, bayonets, courage!”. Argentinos Castañeda y Mamani, entre otros, resisten, lluvia y frío.

Los peruanos no somos ajenos a esa herencia de discusión. Hace 27 años derrotamos al invasor ecuatoriano, negociamos la paz y nos hermanamos construyendo un presente mejor. Pero como estábamos bajo un gobierno totalmente cuestionado, se le niega al combatiente la victoria, impidiendo a la sociedad celebrar críticamente.

Respondemos: necesitamos asegurar procesos que incidan en formar y capacitar al combatiente y dotarle de medios, para que cuando la política, gestionada por profesionales dedicados al bien común, decida que llegó el momento, estén listos y seguros que por cumplir su misión, serán protegidos y reconocidos.

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