El informe que ha emitido la comisión encabezada por el constitucionalista Enrique Bernales por encargo del Ministerio de Defensa ha confirmado lo que no era secreto para los peruanos: que en el gobierno de Ollanta Humala se manoseó y se afectaron los ascensos en los grados superiores con fines subalternos, tal como se hizo en los años 90, cuando en el régimen de Alberto Fujimori su asesor Vladimiro Montesinos hizo lo que le dio la gana con las Fuerzas Armadas.

A inicios de diciembre del año pasado, en Correo obtuvimos el trabajo de la comisión y publicamos los puntos más saltantes. Conocimos aspectos cuestionables en el informe, como el pedido de reincorporación de oficiales de antecedentes cuestionables. En un caso, relacionado con un exsecretario personal de Montesinos, los miembros admitieron una equivocación y retiraron su recomendación para que vuelva a la actividad.

Pero más allá de los aspectos puntuales de algunos oficiales, lo cierto es que el informe es contundente sobre el mal uso que dio el humalismo a las Fuerzas Armadas, en especial al Ejército. Irónico que Ollanta Humala, quien apareció en la política supuestamente oponiéndose al régimen de Fujimori y Montesinos por todos los abusos que cometió, al final haya terminado incurriendo en lo mismo: afectando la institucionalidad y el principio de meritocracia.

Ojo que algo similar sucedió con la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), que fue copada por amigos del anterior mandatario para los fines que ya todos sabemos: hacer seguimientos y armar expedientes de personas con fines políticos. A propósito, ¿el Ministerio Público ya encontró a los responsables del espionaje denunciado contra políticos, empresarios y periodistas? En los años 90, por hechos similares varios fueron a parar a la cárcel. ¿En este caso no pasa nada?

Con el trabajo de Bernales queda demostrado que en el Perú cualquier personaje que llega al poder sin saber cómo, y además gobierna de la mano de su esposa a la que nadie eligió, es capaz de disponer el ascenso de los amigos y los pases al retiro de los que no son de su agrado con total libertad, pese a que supuestamente en las Fuerzas Armadas existen criterios objetivos para ejecutar los cambios mencionados. Sin duda, no aprendimos la dura lección de los años 90.

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