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Hace poco, la Contraloría ha emprendido diversos operativos en las instituciones públicas con la finalidad de fiscalizar que quienes están en los cargos claves cumplan con los requisitos establecidos por las propias entidades. Esta medida reveló que las agencias de empleo para los amigos y los partidarios volvieron a reactivarse.

Sin embargo, es necesario aclarar que este incumplimiento de parte de las entidades ha sido generado por las gestiones anteriores. Son víctimas de sus propias trampas. Cuando quisieron ajustar perfiles profesionales para sus allegados, los puestos de confianza comenzaron a calzar con nombre y apellido.

Ello lo conoce el propio órgano de control y ha sido explicado por el contralor Nelson Shack. Las entidades públicas tienen perfiles desactualizados y nadie ha hecho nada para cambiarlos. Las autoridades de turno se han sentido sorprendidas por la fiscalización y han pegado el grito al cielo.

También es cierto que algunos gobernadores regionales así como alcaldes provinciales y distritales han creído conveniente llenar los puestos de confianza con quienes mejor se acomoden a sus intereses y no a los de las instituciones que representan. Tampoco se trata de modificar perfiles con nombre propio.

Por ello, vemos que abogados rigen proyectos agrícolas, ingenieros están haciendo trabajos sociales y hasta profesores pueden llenar los vacíos públicos. A todos estos hay que sacarlos y mandarlos a donde mejor rindan, o a su propia casa. No hacerlo solo perjudica a la ciudadanía, que al final paga los platos rotos frente a una mala gestión.

Urge una reforma institucional de los subgobiernos. Cambios de perfiles para agilizar la tarea burocrática. Reducción de puestos de confianza. El Estado es demasiado gigante y no hacemos nada para modernizarlo. Tampoco hay que desaparecerlo, sino volverlo eficaz, transparente. Y se debe empezar por los requisitos profesionales de su personal.

Las entidades publicas no deben verse como oportunidades de trabajo, sino de producción al servicio del país. Verlas a la inversa solo origina la proliferación de parásitos a quienes no les importa si tienen las capacidades para cumplir su función, sino pasar por caja cada fin de mes y, de vez en cuando, pellizcar a alguien para su bolsillo.