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Marruecos es la potencia emergente del mundo en el siglo XXI. No exagero y repasemos qué ha pasado para que eso suceda. A la llegada al trono de Mohammed VI, en 1999, todo comenzó a cambiar para este país árabe del norte africano de 35,6 millones de habitantes. Con solo 35 años de edad, asumió el trono e hizo, primero, lo que todo gobernante para ganarse la calificación de estadista: sin temblarle las manos fue deshaciéndose de los antiguos asesores de su padre, Hassan II, y rodeándose de los mejores, que son aquellos que dicen lo más conveniente para el Estado, sin temer que el gobernante los reprenda. Entonces, este rey con rigurosa formación que habla cuatro idiomas (árabe, inglés, francés y español) y es doctor en derecho internacional, echó a andar un planeamiento nacional apoyado en su extraordinaria vigorosidad y acertadamente comenzó a viajar por todo el país, no solo para ganarse el aplauso de su pueblo, que es fundamental, sino sobre todo para mirar su sentir directamente, sin intermediarios, sus necesidades más profundas. Como las arterias y las venas para nuestro cuerpo, libres de cualquier obstáculo que nos pudiera alejar de la amenaza de un infarto o hasta de un paro cardíaco, entiéndase que el sistema carretero y ferroviario —cuentan con el tren bala más rápido del continente— en Marruecos es impecable hasta en un 97%. Lo digo por experiencia in loco, llegando por el sur hasta Dahla, y en esa ruta luego hasta Fez, donde se encuentra la universidad más antigua del mundo. Son grandes fabricantes de autos y cuentan en Tánger un poderoso enclave económico que asombra a la Unión Europea, que poniéndole el ojo a Marruecos ya es su más importante socio estratégico con España por delante. Mohammed VI ha sabido sortear la resistencia del Polisario por el asunto de Sahara marroquí ofreciendo una autonomía que los argelinos, sus vecinos, incitan casi subversivamente hacia una dislocada independencia pregonando un referéndum, que siendo una práctica democrática, siempre he dicho que sin condiciones para ella no sirve. Aquí, en Perú, algunos han querido llevar el asunto pendiente de la adhesión a la Convención de Mar a un referéndum, y sigo pensando que sería la muerte de la Convemar, porque la manipulación distorsiona la verdad y la realidad. Miremos a este país, puerta de entrada hacia el África.

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