El diagnóstico es simple y demoledor: en el tema Martín Belaunde Lossio (MBL), el Gobierno apostó a quedar como ineficiente antes que corrupto (“persiguiéndolo” durante siete meses mientras facilitaba su escandalosa huida a Bolivia), pero con tan poco éxito que hoy resulta evidente que Ollanta Humala y compañía adolecen tanto de lo primero como de lo segundo.

Porque si algo quedó claro esta semana, es que la maquinaria gubernamental estuvo al servicio del prófugo. Que no hubiera una orden de captura internacional ni controles eficientes en la frontera son prueba de ello. Todo se hizo mal y no solo por incompetencia de la Policía, sino por decisión de las autoridades políticas involucradas en una búsqueda y captura que no fue tal sino mera pantomima.

Y el show en el que Daniel Urresti le dijo al país el último martes que estaba “en shock” tras la revelación del suspendido fiscal de la Nación, Carlos Ramos Heredia, acerca de que Belaunde Lossio se hallaba en Bolivia, y que dicha declaración “podría frustrar su captura”, para que solo 24 horas después reconociera que no existe el mandato de detención correspondiente y por tanto era imposible una “cacería” del prófugo, confirma a un Gobierno dedicado a favorecer los intereses del primer amigo de la Nación.

Recuérdense ahora las “asesorías” que por decenas de miles de dólares MBL y su padre pagaron a Nadine y la participación del “empresario” amigo en las campañas electorales de 2006 y 2011 al lado de ella y del Presidente, para sospechar por qué importaría tanto mantenerlo a buen recaudo. Ahora, mientras se define la situación de Belaunde Lossio en La Paz, donde estaría ganando hasta 120 días para maniobrar a sus anchas, uno recuerda cuando lanzó su más sonora advertencia -desde la clandestinidad- asegurando que él, “gratis”, no iría a la cárcel.

Pésimo inicio de año para un Gobierno que parece -utilizando una expresión que el Presidente quiso poner de moda hace muy poco- condenado a la cloaca.

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