En dos semanas, en el marco de un espectáculo que presentará el 14 de febrero en el auditorio del Parque de la Exposición, Ernesto Pimentel celebrará los 30 años de su personaje emblema, ese que vestido con polleras multicolores y zapatos con grandes tacones le dio todo.
El festejo, reservado para honrar a La Chola Chabuca y cuyas imágenes se incluirán en la película que se está filmando sobre la vida de Pimentel, permitirá que el artista le agradezca ante miles de asistentes, que su vida cambió, por ella. Y es que, amparada en su estilo desenfadado y una personalidad televisiva inspirada en las grandes divas de la televisión, la aparición de Chabuca, no solo trajo a la pantalla a un personaje novedoso que buscaba su lugar en la industria del entretenimiento, sobre todo rompió esquemas en la pacata sociedad peruana.
Hace 30 años, ver a un artista vestido de mujer, no al estilo de los roles cómicos que hacían Tulio Loza o Guillermo Rossini, sino uno que buscaba resaltar, sin decirlo, el ser diferente, fue importante para una sociedad que en esos tiempos exigía a gritos ser inclusiva. Ese es uno de los más grandes logros de Chabuca, además del artístico, que consiguiera que el televidente lo aceptara sin reservas en todos los sectores y edades, sin que le importará que debajo del maquillaje, los brillos, los vestidos los tacones, y la coquetería, estuviera un artista que sabía muy bien quien era y lo que buscaba en la vida. Desde su secuencia en “Risas y Salsa”, hasta hoy que ha logrado ser lider en su horario televisivo, ha pasado mucha agua bajo el puente de la vida de Pimentel, creador de la Chabuca.
El proceso para haber llegado a ser una figura imprescindible de la televisión local, no ha sido fácil, ha sido de un trabajo constante, de año a año reinventarse y de estar pensando lo que se viene para el próximo. Y en tres décadas de Chabuca, de ese entrañable personaje televisivo que le ha permitido a Ernesto Pimentel ser un productor y empresario exitoso, la coqueta y desenfadada caracterización puede presumir que ya tiene vida propia. Chabuca tiene su historia, su propia voz, deja a Pimentel en vilo ante su apabullante forma, de ser que derrocha carisma, pero sabe también en qué momento debe poner pausa y no caer en el exceso. Larga vida a Chabuca, tal cual es, sin más disfraz que sus polleras, pero con el alma noble e intacta que refleja en cada quiebre de caderas y su contagiante sonrisa.