Luego de su discurso mediocre, aunque voluntarioso, en una Plaza de Armas de Ayacucho casi vacía, se demostró una vez más que el presidente Pedro Castillo prefiere seguir lanzando promesas antes que confrontar los duros desafíos del Gobierno. Hoy por hoy los peruanos tienen como prioridad la reactivación económica, el mejoramiento del sistema de salud y la seguridad ciudadana. No atacar estos problemas solo significará continuar con la improvisación.
La gente ya no aguanta que se posterguen más las soluciones a sus problemas del día a día. Por eso, en Ayacucho, se escucharon algunos gritos de protesta. El jefe de Estado ya no puede desviar la mirada hacia otros asuntos como el de la venta del avión presidencial o la Asamblea Constituyente. Si se llena la boca con la palabra “pueblo” ya es momento que se dedique a cumplir sus demandas.
Otro tema que genera sombras a su gestión es el de la presunta intervención a los ascensos a las Fuerzas Armadas, un caso en el que ya intervino la Fiscalía. En este caso y otros más, queda claro que la transparencia prometida se construyó sobre mentiras. A la luz de los hechos solo se ven componendas y repartijas entre amigos o incondicionales al círculo de poder. El país exige que se llegue a fondo para esclarecer este tema que ha manchado a más de uno, y en todo caso, desnudará a los que atentan contra el estado de derecho y la democracia.