El asesinato de cuatro efectivos del Ejercito en Putis, Huanta, Ayacucho, es un brutal y triste recordatorio, para quienes creen que el problema está totalmente superado, de que el Perú aún sufre la presencia de terroristas armados que operan en alianza con el narcotráfico y que si bien están desprovistos de “ideología” y no son una amenaza general al país como sí lo eran entre los años 80 y 90, son los responsables de que el Perú siga sangrando por las muertes de militares, policías y civiles de comunidades nativas.

En febrero de este mismo año, un grupo de terroristas asesinó a siete policías en el poblado de Natividad, distrito cusqueño de Pichari, en una acción más vinculada al tráfico de drogas y el traslado de insumos químicos para su elaboración. Todo esto es acción del grupo armado que encabeza Víctor Quispe Palomino (a) “José”, que tiene entre sus subordinadas a la sanguinaria “camarada Vilma”, por quien sacó cara la congresista María Agüero, de Perú Libre, que en algún momento fue el partido de gobierno.

Lamentablemente, muchos peruanos no son conscientes de lo que vivió y vive el Perú. Una muestra de esto es que hace apenas dos años votaron por Pedro Castillo, el verdadero presidente del Movadef, que agrupa a terroristas reciclados de Sendero Luminoso, y que en el Congreso hayan colocado a gente que afronta procesos judiciales por cercanía a bandas terroristas, cuyos herederos son los que hoy vemos disparando contra militares y policías. Ojo, todo esto se sabía desde la campaña electoral.

Pero estos criminales no solo atacan a uniformados. También, y desde hace muchos años, son unos tremendos violadores de derechos humanos de civiles de comunidades nativas, especialmente de menores de edad a los que mantienen cautivos para adiestrarlos y más tarde convertirlos en carne de cañón. Son los llamados “pioneritos”, que incluso son asesinados y enterrados en cualquier paraje cuando no cumplen con las ordenes de estos narcoterroristas.

En los últimos tiempos se han dado importantes golpes a estos residuos terroristas, muchos de ellos a costa de la valiosa vida de militares y policías. Un ejemplo fue la Operación Patriota. Sin embargo, falta el tiro de gracia a la banda de los Quispe Palomino, y eso es lo que debemos exigir los peruanos que estamos conscientes de que mientras haya un solo terrorista suelto y peligre la vida de un uniformado, no podrá haber paz total en el Perú que comenzó a ser sacudido por estas hordas hace 43 años.