Ayer el presidente Pedro Castillo ha señalado que más allá de interpelaciones y censuras hay muchas cosas que hacer por el país, y tiene razón. Por eso, el profesor del sombrero debería darse cuenta de una vez que ya no es un agitador de plazuela ni el candidato pirómano de hace unos meses, sino el jefe del Estado y que como tal está en la capacidad de hacer mucha gestión en favor de los peruanos más necesitados, especialmente en materia de salud, educación y seguridad ciudadana.
Por ejemplo, en salud, en lugar de andar diciendo por aquí y por allá que esta debería ser un “derecho constitucional”, cuando eso ya está claramente establecido en la Carta Magna de 1993 que quizá no ha leído, el mandatario debería preocuparse para que los hospitales públicos no sigan siendo centros de maltrato a los más pobres que van por una consulta o tienen que esperar meses por una operación “urgente”. Una vueltita por la emergencia del Dos de Mayo o el Loayza, acá en Lima, no le vendría mal.
Si hablamos de educación, el gobierno del profesor debería preocuparse desde ahora por las condiciones en que los planteles recibirán a los alumnos una vez que se levante la emergencia sanitaria. El profesor convertido en jefe de Estado hoy tiene la posibilidad de hacer mucho por la formación de los niños y jóvenes, que no solo pasa por legalizar sindicatos filoterroristas ni aumentar sueldos a docentes que no lo merecen, sino por dar buen uso a los recursos y de manera oportuna.
Un presidente “del pueblo” también debería preocuparse por la ola de violencia que afecta a todos, pero especialmente a los peruanos más pobres que viven en zonas plagadas de delincuentes. Lo vemos a diario en los noticieros. Todos los días hay robos, extorsiones y hasta asesinatos. ¿Qué se hace desde el Poder Ejecutivo? No todo es fomentar el odio y la división entre peruanos, ni hacer demagogia ideologizada como la vista durante el lanzamiento de la llamada “segunda reforma agraria”.
Mejorar las condiciones de la salud y la educación que brinda el Estado, así como frenar en algo la ola delictiva que nos golpea, no pasa por el Congreso ni por la “aprobación” de algunos de los “fantasmas” que inventa el gobierno para justificar su inacción ante diversos problemas. Depende solo del Ejecutivo y de los ministros. Hay mucho por hacer en lugar de hablar y quejarse. Si el presidente tanto se llena la boca con la palabra “pueblo”, que trabaje de verdad por los más necesitados. Está en sus manos.