Durante la conversación que tuvo con un periodista de Exitosa, la cual fue difundida en la noche del domingo, el presidente Pedro Castillo ha reconocido, sin sonrojarse, que los primeros meses de su gestión son de aprendizaje y que el despacho que ocupa en Palacio de Gobierno es en realidad una “escuela”, algo que quizá para algunos podría sonar “romántico” o “reivindicatorio” para una persona que viene del campo y que no tiene el menor roce político.
El problema es que este caballero que admite ser un aprendiz y que no sale de las ideas básicas y lugares comunes, carga sobre sus espaldas el destino de los 33 millones de habitantes de un país que atraviesa la peor crisis de su historia debido a una pandemia que ha puesto al mundo de rodillas. El Perú camina al borde del abismo con muertos regados por todos lados, mientras en Palacio de Gobierno tenemos a un caballero aprendiendo a ver qué hace.
Precisamente el domingo último, el presidente Castillo dio una muestra más de sus idas y venidas, y de que realmente está en la calle. En la mañana, antes de la emisión de su conversación radial, dijo que el Ejecutivo iría al Tribunal Constitucional para evitar que cualquier intento de referéndum tenga que pasar primero por el Congreso. Sin embargo, recordemos que en la campaña el profesor ofreció cerrar esta entidad encargada de interpretar la Carta Magna. ¿Total? ¿No que era el TC no servía?
Pero volviendo a la conversación con Exitosa, el presidente Castillo ha vuelto a victimizarse al decir que le han dicho “terruco”, como si su sindicato de profesores no estuviese plagado de radicales, filosenderistas y senderistas. ¿Qué quería? ¿Qué digan que sus explosivos amigotes son niños del coro de la parroquia? Con un defensor de la terrorista Edith Lagos, como su premier Guido Bellido; y un implicado en atentados dinamiteros como Iber Maraví, ¿qué esperaba? ¿Aplausos?
Nos gobierna alguien que cometió la inmensa irresponsabilidad de salir a pedir el voto de la gente, pese a ser consciente de que no sabía qué haría en caso de ganar. Esto de por sí es una falta de respeto al ciudadano. Este es, pues, el líder del bicentenario. Acá no se trata de si es profesor, rondero o provinciano. Se trata de que el cargo le ha quedado inmenso, y que nos lo tenemos que bancar por cuatro años y medio más, mientras aprende a ver qué hace con un país que cometió el error de elegirlo.