Manuel Gonzales Prada, considerado el peruano más culto del siglo XX, y tildado como el más cáustico antichileno, escribía con vehemencia, que nuestro vecino del sur debería ser medido de cerca, de frente y no de reojos.
Antes que Chile plantee un canon para armarse, allá en 1920, él lo exigía a rabiar; hacía un llamado a la juventud, que no se olvide los vejámenes cometidos, que el Perú debería prepararse para cobrar la deshonra. Lo suyo se perdió en el hoyo del olvido.
Hoy, más cuerdos y sin pensar con el corazón herido, nadie en su sano juicio pediría que nos armemos hasta los dientes para recuperar Arica y pisotear Santiago. ¡No!
Pero, el carácter disuasivo, que es al que apelan los vecinos comprando fragatas misileras, tanques Leopard, cazabombarderos F16, y una artillería bélica, que los convierte en la segunda potencia militar en el continente, cuyo poderío bélico no podría ni ser superado con la suma de Argentina, Bolivia y Perú.
Ellos argumentan que están renovando sus armas obsoletas y que sus adquisiciones son meramente disuasivas, para prevenir ataques extranjeros. ¿Quién los atacaría? Si su lógica fuera defensiva, entonces por qué no compran los antimisiles Patriot, usados por Israel en la guerra del Golfo, cuando Irak bombardeaba tierras judías. Y por qué, a modo de advertencia, Chile se dio el lujo de obsequiar dos fragatas al Ecuador y ofrecer la reparación de sus submarinos. ¡Cuidado! ¡Mucho cuidado!
Lo cierto es que el equilibrio militar entre Perú y Chile se rompió a finales de 1978, cuando Pinochet emprendió una carrera armamentista gradual, y cuando nosotros distraíamos nuestra mirada en luchar contra otro enemigo: el terrorismo, los conflictos internos nos causaron una pérdida estimada en más de 20 mil millones de dólares, y ellos en 20 años invirtieron esas sumas, pero no disparando al aire ni cazaron mariposas.
Hoy que el Perú avanza y es el único país emergente que crece a pesar de la crisis mundial, que debe proteger sus recursos, que debe advertir lo que hace décadas escribía el pitoniso Alvin Toffler en sus obras "El shock del futuro" y "La tercera ola": las guerras en el futuro no serán como en antaño, primero se impondrán economías y luego los poderosos irán tras los recursos que no tienen. ¿Y por qué creen que Brasil es la primera potencia en América del Sur? ¿Para atacar? No, para cuidar lo que tienen.
Y nuestro Gobierno qué hizo al respecto, a parte de comprar chatarra de Bielorrusia y unos cuantos Zucoit y MIG 29, que se han caído sin ser derribados. Sin contar, lo que hizo el hoy presidente, Alan García, quien se deshizo de una flota de aviones Mirage.
Precisamente, Gonzales Prada hablaba de este percudido amor a la patria, de ese verso mediocre, llamado nacionalismo.
Cuando estaba en cuarto de secundaria, mi profesor de Historia del Perú, Chero Ancajima, nos obligó a leer "Paginas Libres". Ahí conocí la marmórea y el flamígero verso de este escritor. Hoy sus palabras vuelven a tomar actualidad con una asombrosa vibración, que no sólo estremece, sino remece.
Su anatema contra los chilenos, los que ingresaron a nuestra patria, abusando de mujeres, de nuestros niños, obreros a los que llamaban indios, tenía una inspiración nacionalista, no la que pregonan los caviares como Ollanta Humala y la calaña de gobernadores, que lejos de armarnos, nos robaron.
Hace falta que alguien resucite a aquel peruano, que renazca un vindicador de la patria que se despedaza. Don Manuel no imaginaba un abismo entre la lucha y la poesía, no era demagogo. Como Heinrich Heine, el genial poeta alemán, él sabía hilar el verdadero lenguaje disuasivo. Sus baladas peruanas lo demuestran pero lastima que se pierdan en sonidos del ayer.
Hoy vivimos el gran dilema: seguir surcando nuestro desarrollo o ir a la feria de artefactos militares. En ambos casos, debemos tener un poderío disuasivo, verdaderamente disuasivo. ¿O no?

NO TE PIERDAS