Hay que tener la cara bien dura como para pararse delante de una cámara de televisión a exigir públicamente cambios ministeriales y ciertas acciones al gobierno, cuando hasta hace menos de un año se ha sido ministro de un gobierno nefasto por corrupto e inepto como el de Pedro Castillo, que además acabó en un golpe de Estado que pudo hacer que este impresentable asuma poderes absolutos y maneje a su antojo el sistema de justicia que ya le respiraba en la oreja junto a varios de sus parientes y paisanos.

Me refiero al congresista izquierdista Roberto Sánchez, quien hasta el momento del quiebre constitucional del 7 de diciembre del año pasado fue ministro de Comercio Exterior y Turismo del gobierno de Castillo, quizá el peor que hemos tenido que soportar en 200 años de vida republicana. Sí, un altísimo funcionario del régimen del profesor chotano tiene la frescura de venir a dar consejos de cómo manejar el país que estuvieron a punto de hundir mientras se lo levantaban en peso.

Es evidente que el actual gobierno hay mucho que exigirle. Lo decimos todos los días en este diario y este espacio. Vemos la economía que no levanta, la inseguridad en las calles, el lío con Petroperú, ciertos ministros que están para salir corriendo y la falta de confianza hacia los agentes económicos, entre otras falencias. Pero quienes menos deben venir a cuestionar son precisamente los castillistas, que en año y medio no hicieron nada y más bien se dedicaron a blindar a quien hora está preso en el penal Barbadillo.

Es más, el propio Sánchez tiene mucho que explicar al Ministerio Público por su participación en los sucesos del 7 de diciembre del año pasado. Por poco se salvó de ser suspendido y acabar como Betssy Chávez, pero ahora viene a dar lecciones de cómo manejar el país donde él mandaba al lado de Castillo, Aníbal, Torres, “Puka” Bellido, Bruno Pacheco, Juan Silva, Geiner Alvarado, el ministro de Salud de las “aguas arracimadas” y demás personajes para el olvido.

El congresista y exministro Sánchez no tiene ninguna autoridad para criticar al alicaído régimen de la presidenta Dina Boluarte ni a ninguno. Más bien debería preocuparse por hacer su trabajo de forma discreta y agradecer a quienes hasta ahora lo han salvado. Otra buena opción sería que pida perdón al país por haber sido parte de una administración como la que nunca más debe volver al Perú. No solo fue incapaz y corrupta, sino que acabó dando un golpe de Estado. ¿Y así reclama el caballero?