El momento se anuncia delicado. El cierre de un periodo y el comienzo debería caracterizarse por acuerdos programáticos entre Gobierno y oposición más que por la confrontación que afecta a PPK y a sus ministros, pero sobre todo a la economía con tendencia a la baja. La emergencia y sus cifras positivas quedaron atrás, hay que consolidar autoridad y gobernabilidad para enfrentar la crisis política instalada y la crisis ética que se avecina debido a las delaciones premiadas que tarde o temprano se conocerán.

Mientras en el Congreso juegan al tiro al blanco con los ministros -Interior y Salud están en capilla-, el país reclama mayor responsabilidad con el crecimiento y la inversión. Le toca a PPK cambiar su gabinete que acusa desgaste para no perder más ministros, le toca al fujimorismo serenarse para mirar los asuntos de fondo sin tanta sangre en el ojo.

Las urnas determinaron que en ninguno de los dos palacios se pudiera gobernar solo. Sin embargo, demasiados extremistas rodean a las cúpulas vendiendo desastres que no resuelven la polarización, pero acusan fines desestabilizadores.

El Gobierno ha demorado mucho en desactivar los desastres sectoriales que le dejó el humalismo. El desafío mayor es en Salud, donde la ministra García no sabe comunicar y abunda en la impresión de que su sector continúa en emergencia. Toca a los hospitales y entidades ejecutoras usar los recursos asignados y ejecutar su presupuesto para su adecuado abastecimiento y al Minsa enfrentar las falencias de diseño del SIS endeudado por excesiva y hasta abusiva demanda.

Respecto del sector Interior, no se ven o no se quieren ver avances en capturas y operativos. La ceguera intencionada conecta con la desinformación.

Para que la salud, como la seguridad, funcione se requiere más colaboración y menos confrontación, ya que ambos sectores manejan valiosos intereses colectivos que deberían prevalecer sobre las pugnas políticas. 

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