Grandes héroes, militares, políticos, intelectuales e historiadores de todos nuestros tiempos, trabajadores, profesionales, hombres y mujeres de “carne y hueso” invocaron, invocan e invocarán siempre a la “patria”. Ninguno ama a su patria porque es grande, sino porque es suya, decía Seneca. Para unos, la patria es el terruño que nos vio nacer, el lugar donde abrimos los ojos a esta dimensión y donde luchamos día a día para superar nuestras debilidades, nuestros errores y encontrar la paz y la felicidad; para otros, es el lugar donde vivimos y donde viven todos aquellos con los que nos relacionamos y a quienes amamos. La “patria” ha sido, siempre, ese espacio de lucha y definición a través de la historia. Hemos sido consientes de la necesidad de crear condiciones de supervivencia y bienestar a través de relaciones pacíficas y amistosas, basadas en el respeto de ciertos principios, derechos y libertades comunes. Y, así, vivimos los seres humanos: unos, en patrias independientes, regidas por gobiernos gobernados por la justicia creada por nosotros mismos; otros, menos afortunados, luchando por las formas desviadas de aquellas, en que los gobiernos se ponen por encima de las leyes y el derecho, por encima de los ciudadanos, y crean tiranías que limitan la libertad, abusan y buscan perpetuarse en el poder. Las virtudes se trastocan, los valores se tuercen, la victimización se convierte en un derecho, olvidando el valor de las leyes, de la educación y de la justicia. Pareciera que ya no se busca dar a cada hombre lo justo, a cada uno lo que se merece en función de su empeño, se busca el populismo barato y la dadiva sin esfuerzo. Esa ficción de patria busca un estado asistencialista que capture a los hombres y mujeres en la inercia y que los obligue a depender y a restringir su iniciativa y su libertad. Correrán siglos de historia y de sangre hacia adelante, pero de donde no nos podrán correr jamás, será de nuestra propia patria. Luchemos por ella, con convicción: por sacarla adelante, por estar a la altura y por no permitir que nadie limite nuestra libertad y nuestra vida.