Ollanta Humala convoca a legislatura extraordinaria para definir la suerte de la legislación sobre el régimen de trabajo juvenil. No lo hace como consecuencia de alguna vocación democrática o para posibilitar una mayor discusión y participación, sino, como es fácil constatar, para procurar alguna salida al entrampamiento en el que está metido, y a la derrota política de masas que el movimiento juvenil le ha infligido, también frente a la incapacidad y torpeza de su bancada parlamentaria para manejar esta situación. Pero, obviamente, la causa central es el autoritarismo gubernamental con un dispositivo legal que el ministro de Economía, usurpando y subordinando a un ministro de Trabajo dócil e inoperante, impuso.

Para nosotros, lo más importante, lo más trascendente, es la masiva reacción de los jóvenes, que no requirieron llamamientos partidarios específicos, ni campañas mediáticas millonarias o las concebidas y manoseadas argumentaciones de infiltración extremista o terrorista, para sorprendernos con una extraordinaria respuesta que anuncia que la juventud está dispuesta, si no encuentra vías democráticas desde el poder y desde el Gobierno, a buscar y encontrar sus propios caminos para ejercer sus derechos; y en esos caminos, recalar, a la corta o a la larga, en opciones o militancia política cuando así lo considere.

No nos vengan ahora con las monsergas de “peligro de politización”, de la “infiltración de los partidos” o las “manipulaciones del extremismo”. Precisamente, estas acciones son la aparición juvenil en el escenario político. Y en buena hora. El país, su crisis institucional, su crisis ética y moral, las consecuencias de la hegemonía neoliberal, la crisis generalizada de los partidos políticos y del movimiento sindical-gremial... necesita, invoca, la presencia de los jóvenes para renovar, cambiar, transformar los destinos de la patria. No podemos admitir el llamado hipócrita, interesado, reaccionario, podrido de “no hacer política”. Al contrario, requerimos a los jóvenes en la política para barrer las formas inmorales, oportunistas y corruptas que se han enseñoreado del ejercicio político; además de llamar severamente la atención a la debilidad, crisis y hasta descomposición de los partidos políticos.

Bienvenidos los jóvenes. Bienvenido el movimiento juvenil. Bienvenida su hermosa irrupción en la vida nacional.