La semana que termina, la noticia del cierre de Radio Oasis, una emisora cuya programación incluía canciones del rock y pop de los ochenta y noventa, generó el desconcierto de los oyentes que la seguían y el lamento de quienes apuestan por temas que les recuerdan sus buenas épocas. “Extendemos nuestro agradecimiento a nuestros fieles oyentes y a los valiosos anunciantes que han contribuido a mantener viva la esencia de Radio Oasis por 13 años y que fue más que una radio, fue el punto de encuentro de los amantes de la buena música. Nos llena de emoción haber sido parte de la banda sonora de sus vidas”, finaliza el comunicado de la emisora que dejará su frecuencia a Bethel, señal que es propiedad de una iglesia evangélica.
Al margen del lamento, de la tristeza de la salida del aire de una radio que, según sus conductores, se cierra por problemas financieros, ¿habrá espacio para la autocrítica? Pues, muchos de sus oyentes, se quejaban de que los hits que se difundían siempre eran los mismos, teniendo a disposición un catálogo de música del pop y rock muy rico, podías escuchar el mismo tema varias veces al día, y a la semana, imagínense.
El miedo de darle variedad al formato, el respetar estrictamente el algoritmo de la computadora que programa los temas y evitar reinventarse con propuestas que refresquen la manera de cómo ofrecer la música del recuerdo, son importantes elementos para tomar en cuenta. Está comprobado a nivel científico el poder de la música en el manejo de nuestras emociones, una canción nos puede llevar a un tiempo importante en nuestra vida que nos genere nostalgia de la buena, y en los enfermos de Alzheimer una melodía los puede sacar por unos minutos del universo sin memoria en el que habitan.
El ser humano siempre ha querido congelar el tiempo, detenerlo, tratar de que no pase, pero este inexorablemente nos viene al encuentro. En el caso de la música, las radios que eligen ser un espacio privilegiado del pasado, deben entender, que para sobrevivir en tiempos de plataformas de playlist que reflejan nuestros gustos y de lo que se viene, hay que convivir con el recuerdo y el presente con audaces decisiones. Esa buena música, que muchos consideran un tesoro invalorable, merece seguir difundiéndose en las radios tradicionales, es un gran reto, pero hay que asumirlo.