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La disolución del Congreso cuenta con el respaldo de la Constitución y de la ciudadanía. Es decir, es una decisión que tiene legalidad y legitimidad. Debe ser motivo de satisfacción para todos que esta crisis institucional -a diferencia de tantas otras en nuestra historia republicana- haya encontrado una salida dentro del cauce constitucional. Toca ahora pensar en el futuro.

Y el futuro inmediato es la elección parlamentaria, que se realizará en tres meses para completar el mandato parlamentario. Algunos ven con preocupación este proceso, yo lo veo con gran esperanza. Tenemos la posibilidad de elegir un congreso reformista que centre su trabajo en profundas reformas institucionales que cambien para siempre la manera como se hace política en nuestro país.

Quienes postulen deberán tener la conciencia del rol histórico que deberán cumplir. El nuevo Congreso tiene que profundizar la reforma electoral, ayudar a la moralización del sistema de justicia, mejorar la representatividad en el Congreso, fortalecer la separación y el balance de poderes, asegurar la tutela de los derechos de todos los ciudadanos, entre otros temas de capital importancia.

Las peruanas y los peruanos más talentosos deben de responder a este llamado de la patria y participar en estas elecciones. El tiempo será breve y no tendrán oportunidad de reelección, pero ello no debe verse como aspectos negativos, sino como la oportunidad de involucrar a quienes no quieren hacer una carrera política, sino brindar un servicio puntual (e importantísimo) a su país en un momento de gran necesidad.

Nace un tiempo nuevo y para que sea exitoso, nadie debe quedar indiferente, todos debemos de poner el hombro. De nosotros depende.