Qué duda cabe de que la banda terrorista Sendero Luminoso y sus órganos de fachada aprovechan el exceso de legalismo que aplicamos muchas veces en el Perú, lo cual les permite burlar las deficientes normas que han sido dadas en los últimos años, supuestamente para evitar que veamos espectáculos tan lamentables como una marcha de seguidores de Abimael Guzmán en pleno centro de Lima, nada menos que bajo resguardo de la Policía Nacional.

Tenemos una ley que sanciona la apología del terrorismo, pero que en la práctica no ha evitado que veamos no solo movilizaciones callejeras en favor de Guzmán y los criminales que lo secundan, sino también “exposiciones artísticas”, “conferencias” en universidades públicas que tienen mucho que explicar, publicaciones de libros y hasta la construcción de un mausoleo en Comas. ¿Cuántos sentenciados hay por esto? Nadie. Cero. Ninguno.

Entonces cabría preguntar: ¿para qué sirve esta ley que supuestamente castiga la apología si la vemos en nuestras narices y a nadie se sanciona? Y si no sirve, al extremo de que siguen libres Manuel Fajardo y los representantes del Movadef y los otros órganos de fachada como el Fudepp, que moviliza a menores de edad, ¿por qué nadie propone hacer una nueva ley o modificar la existente para que la autoridad tenga herramientas destinadas a sacar de circulación a esta gente?

Sí, sí, vendrán algunos abogados y juristas a decir que en una democracia se debe permitir la libre expresión de las personas mientras no cometan actos violentos, y que por lo tanto no es posible meterlos presos por marchas callejeras y dar vivas a Guzmán. Sin embargo, esta es precisamente la visión errada que impide al Estado peruano, que casi es borrado del mapa por estas hordas de salvajes, proteger a sus ciudadanos de los terroristas reciclados que hoy vemos en las calles. Absurdo total.

Sería bueno que desde el Poder Ejecutivo o el Legislativo alguien se ponga los pantalones y decida promover una norma que quizá solo sea rechazada por los del Frente Amplio, que son pocos, para evitar que los peruanos tengamos que soportar la burla de ver el rostro de Guzmán ensuciando las calles de Lima, y que nadie sea detenido y luego procesado. La apología debe ser sancionada con cárcel efectiva. ¿Queremos un atentado para reaccionar?