La estación de lluvias está llegando a su fin, pero esto es paulatino. No es como apagar un foco. Si utilizamos la interpretación internacional de El Niño, debía existir una interacción entre el océano cálido y la atmosfera, lo que no ocurrió. Sin embargo, se invirtió en prevención sin vigilancia, y pronto estaremos recogiendo los resultados lamentablemente negativos.
Hemos visto la celebración para que Lima sea sede de los Panamericanos 2027. Pero… ¿se ha previsto si ese año habrá un Niño igual que en 1998?, ¿o unas lluvias extremas como en 2017?
Si eso ocurriese, el gobierno entrante tendría por delante un gran problema político interno al enfrentar los daños de las regiones incluyendo Lima provincias, mientras en Lima Metropolitana hacen surf, ping pong o karate etc. Seguro más de un crítico aprovecharía esta situación que nadie ha previsto.
Si revisamos los pronósticos de años anteriores, veremos que estos son basados principalmente en datos internacionales, pero no definen lo que queremos. Esto lleva a que en nuestras regiones no haya confianza, lo que es aprovechado por los autodenominados “expertos” que tienen la osadía de salir en algunos medios de comunicación. Estamos con ciegos, pues no hay herramientas para hacer buenos pronósticos.
La realidad es crítica: las estaciones automáticas no tienen comunicaciones y dejaron de ser automáticas, los radares meteorológicos mal comprados no sirven y están tirados, pero sobre todo hay personal no reconocido. Son los daños que no se ven.
Si hemos celebrado con júbilo los Panamericanos Lima 2027, celebremos si es que para las próximas lluvias Perú 2025 estemos preparados realmente. Solo así campeonaremos por primera vez.