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Es muy preocupante lo señalado ayer por el presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva, quien ha reconocido que en el Perú no estamos preparados para afrontar un fenómeno El Niño, lo que se suma a lo dicho en este mismo diario por el responsable de la llamada “Reconstrucción con Cambios”, Edgar Quispe, quien admite demoras en los trabajos destinados a resarcir los daños del evento climático del verano del 2017.

El Premier y el funcionario declaran en momentos en que tenemos serios problemas por huaicos y desbordes en el sur del país y se alerta sobre fuertes lluvias en la sierra hasta el mes de abril. Hace poco en Correo hemos advertido que hay casi 10 millones de peruanos en riesgo de sufrir los estragos en los próximos meses. La vulnerabilidad en que nos encontramos es preocupante.

Han pasado dos años y es muy poco lo que se ha hecho en favor de los afectados por el llamado Niño costero, sea por exceso de burocracia o por ineficiencia. El inmenso y solidario trabajo que hicieron los militares y policías en el momento mismo de la desgracia, incluso arriesgando sus vidas, no pudo ser replicado por los funcionarios encargados de reconstruir la infraestructura dañada.

Ahora estamos nuevamente en riesgo, con el agravante de que todo esto se ha podido prever. Sabemos que las crecidas se presentan en todos los meses de verano. ¿Qué hacer ante todo eso? ¿A quién mirar cuando los ríos se salen si sabemos que el Estado no responde? Parece que al Perú solo le queda lamentarse y llorar sobre el barro derramado ante la incapacidad de las autoridades.