En nuestro país se han acabado los espacios. Y no es una exageración. En una extensión de 1’285,215.60 km2, ya no hay lugar para las cosas importantes. Ciro Alegría, trastocando el título original de su novela, diría que el Perú es ancho, ajeno y complicado. Porque lo es.

Solo algunos ejemplos. ¿Dónde oficiará Francisco la multitudinaria misa de rigor, durante su visita a Lima, en enero del próximo año? No se sabe aún. La Costa Verde y la Base Aérea Las Palmas siguen como alternativas. La discusión al respecto es de padre y señor mío. Tanto así que Cipriani está hecho un pichín y, como diciendo yo mismo soy, ha sentenciado que PPK “no es el que decide el sitio” de la liturgia papal. Toma, mientras. Ojalá que haya un santo remedio, porque el Papa argentino es chévere, pero no aguanta muchas pulgas.

¿Dónde será Mistura este año? Después de pasearse con sus platos por Lima, la playa y tentar el Callao, ahora el festival gastronómico más importante del Perú anclará bajo el puente, en el Club Revólver del Rímac. Esperemos que no le salga el tiro por la culata a la Apega, porque muchos encuentran inadecuada la locación, entre otras cosas por las escasas vías de acceso vehicular.

¿Y dónde jugó Perú contra Bolivia hace poquito? En el estadio Monumental, un hermoso coloso; no obstante, entrar y salir de allí resulta un verdadero martirio. ¿Y qué pasó con el Nacional, la verdadera casa de la selección? No estaba apto porque el IPD, sin mayor planificación, lo puso a merced de shows musicales ante la demanda, precisamente, de escenarios apropiados para ese rubro.

Conclusión: nos falta pensar en grande. No hay cama pa’ tanta gente.