Toda esta semana nos hemos unido como pocas veces nos ha pasado. Algunos dirán que fue solo el fútbol y que, pasada la fiebre, cada cual retornará a su bando y seguiremos divididos, como siempre, por quítame esta paja, y nada bueno habrá quedado. Rara vez los peruanos cantamos con un solo pentagrama y dejamos que algo nos una transversalmente. Normalmente son nuestras diferencias, nuestros intereses, nuestras ideologías y nuestras comodidades las que se anteponen al interés común. Ha sido muy llamativo ver a los peruanos en Buenos Aires llenando calles y plazas porteñas; a la gente del río Napo, Tambos y el Putumayo entusiasmarse por lo mismo que entusiasma a un limeño de San Isidro. Compositores anónimos en la Videna, la banda de música de la FAP, Gianmarco y Juan Diego Flórez cantando la misma canción, inspirados todos por similar emoción. La jefa del gabinete y los congresistas coincidiendo como no había pasado en todo este gobierno. Treinta mil camisetas diarias vendidas en Gamarra. ¿Acaso ha sido solo el fútbol? Para desánimo de los escépticos, creo que no. Algo más fuerte nos invita a ser más ciudadanos que individuos. Hemos encontrado algo que nos reconcilie y, si eso pasa con el fútbol, puede pasar con lo que queramos. Si el Mundial nos une, es porque queremos ver al Perú entre los mejores del mundo. Y eso se consigue, también, cerrando filas por una mejor educación, una economía sólida, hospitales de calidad para el selvático y el costeño, carreteras y puentes que nos acerquen más. No nos quitemos la camiseta. Hay más razones para llevarla puesta que un partido de fútbol.

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