Las rondas campesinas siguen en el foco de atención debido a sus malas prácticas. Primero fue el secuestro a los periodistas de Cuarto Poder en Cajamarca y luego el caso de las mujeres detenidas y torturadas en La Libertad.

Es obvio que los líderes de las rondas campesinas desconfían de todos y eso no es posible. ¿Saben por qué? Porque se vuelven más violentos. El asunto es que lo hacen porque se sienten respaldados y empoderados por el Gobierno. Se creen un estamento paralelo a las instituciones que prestan seguridad interna en el país. Por eso cometen cualquier barbaridad.

Nada puede justificar el empleo de métodos que atentan contra las libertades de la gente y menos usar la violencia. Un Gobierno convulsionado por tantas demandas que atender, no puede darse el lujo de promover más caos e inseguridad. No solo nos convertimos en un país errático, acentuando las brechas entre los peruanos, sino también en un país que produce la aguda desconfianza de los mercados internacionales. Es evidente que estas imágenes de inestabilidad recorren el mundo y los inversores buscarán otros destinos. Por ello, es menester del Ministerio Público investigar estas muestras de autoritarismo y violencia de los ronderos y sancionar a los responsables. No más impunidad.