“Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón, tanta sangre que se llevó el río, yo vengo a ofrecer mi corazón”. Fito Páez, letra y música, canción que se convierte en himno cada vez que se asoma la desgracia y que, además, propone ponerle alas a la esperanza a pesar de la tragedia y las lágrimas. Y vaya que “no todo está perdido”, porque ante todo lo vivido en las últimas semanas en nuestro país, estamos siendo testigos de como la solidaridad hermana, cura heridas, acorta distancias y borra de un tajo las diferencias con el único fin de ayudar al que menos tiene, al que sufre. Además de las autoridades, instituciones públicas, privadas, educativas, agrupaciones religiosas, los canales de televisión, por ejemplo, tantas veces satanizados, también pusieron el hombro y lo siguen haciendo. Claro, dirán que están en su obligación, que los canales explotan el espectro electromagnético que les concede el Estado, pero al margen de estas precisiones técnicas y legales, no hay que desmerecer las ganas y el esfuerzo que han puesto todas esas figuras que vemos día a día en los programas más sintonizados de la televisión. Valgan verdades, para mucha gente, ver a esos ídolos de la pantalla chica cargando bultos, llevando ayuda, visitando lugares en los que la desesperanza crece, es más motivador que una autoridad con toda la pompa y personal de seguridad. Aunque para muchos la ayuda con foto y cámaras no es ayuda, todo suma, hagamos una excepción, porque gracias a que vemos envueltas en una cruzada humanitaria a tantas estrellas que parecen inalcanzables, además de verlas tan humanas como cualquiera, permite que tantas otras también sigan su ejemplo. No todo está perdido entonces, la tragedia nos ha traído como sabia enseñanza que cuando se quiere, se puede cambiar, se logra que programas especializados en farándula bajen su tono y den espacio a la solidaridad y no al ataque gratuito. También se ha logrado que populares realities de competencia dejen el enfrentamiento por la única lucha por la que debemos apostar, la de derrotar a la indiferencia y mezquindad. Tuvo que suceder que ciudades y pueblos enteros estén bajo el agua para que nos diéramos cuenta de que no hay mejor forma de vivir que dar un espacio en nuestras vidas para trabajar por el prójimo. Que este sea nuestro rumbo de ahora en adelante.