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La diferencia entre los audios de 2018 y los videos del 2000 es tan endeble como la estabilidad de los poderes del Estado en este preciso instante. El surgir de un nuevo material, de una entrega fresca con un personaje y varios secundarios cada dos días, se nos hace tan familiar que uno no sabe si reír masticando rabia o entregarse a un llanto inconsolable que nos permita liberarnos, aunque sea por instantes, de la verdad que nos define.

Una verdad ofensiva y voraz, que nos perturba como solo aquellos errores que nunca se dejan de cometer. Los audios no nos estremecen tanto por lo que se escucha en ellos, sino, más bien, por la certeza de reconocer nuestro pasado cercano en este escenario tan habitual. Esto va más allá del deporte, esto es una podredumbre nacional, porque muchos podrán tomar la palabra para asegurar que en esos audios no hay nada ilícito, pero las conexiones, las coyunturas en las que esas conversaciones se dieron explican muchas cosas.

Edwin Oviedo ha optado por el silencio, no sabemos si porque no sabe qué decir o porque prepara una defensa magistral. Pero lo concreto es que esa ausencia, que intenta remediarse a través de comunicados de prensa institucionales, le está provocando a la FPF un daño tremendo. El hermetismo al que nos acostumbró la anterior gestión y que se buscó erradicar con premura, hoy parece reinstalarse con el firme objetivo de blindar a un Oviedo al que solo se le pide salir a hablar, comunicarse, decir lo que tenga que decir cuanto antes.

Pero el tema es todavía más álgido, porque si la figura de Oviedo como presidente de la FPF involucrada con supuestos favores del juez Hinostroza ya era flagelante, escuchar a Teófilo Cubillas, gloria viva del fútbol peruano, pidiendo favores para quien sería su “amigo” Carlos Burgos, exalcalde de San Juan de Lurigancho, hoy prófugo de la justicia, al juez, nos sumerge casi en el desconsuelo. Cubillas insistiendo en el tema, ante la respuesta desdeñosa de Hinostroza, solicitando un favor y, claro, muchos dirán que un favor no es un delito y uno se pregunta si argumentar eso es una especie de consuelo ante una verdad irremediable, o simple idiotez pura y dura.

Hay tanto por explicar y tan poca predisposición para hacerlo que ya todo parece consumado. Cubillas habló, por lo menos, a diferencia de Oviedo que persiste en su refugio silente, que continúa sin emitir una sola palabra, desconociendo que ese hermetismo forzado hace que su presencia en el sillón de la FPF sea cuestionada con absoluta coherencia.