Sin que subestimemos la reacción de Corea del Norte cada vez que surge alguna posición de la comunidad que por supuesto no le agrada nada, la reciente actitud frente al incremento de sanciones que le han sido impuestas por parte de la ONU, es a mi juicio, una más de las tantas que ha expresado en los últimos años queriendo infundir amenaza y miedo principalmente sobre Corea del Sur, su vecino y rival desde que fuera dividido el país durante la Guerra Fría. Kim Jong-un, el líder máximo norcoreano, ha salido al frente a advertir que usaría el arma atómica contra Seúl. No vamos a decir que es descabellado, pero tampoco que sea inminente y altamente realizable. Pyongyang sabe perfectamente del límite de sus reacciones. Nadie se lo va a permitir si acaso contara con las armas nucleares que en reiteradas ocasiones ha dicho que cuenta y que hasta la fecha sigue siendo una completa incógnita. No se trata tampoco del “ver para creer”, pero intuyo pura amenaza en la reacción de Corea del Norte. Sí, en cambio, altera el modus vivendi de tranquilidad y de paz que quisiéramos impere en la península. El régimen ha soltado la idea de los denominados ataques preventivos y eso es un completo despropósito. Según la prensa norcoreana, desde Pyongyang últimamente han sido disparados seis proyectiles con dirección hacia el mar del Japón. Esta reacción no es nueva y por eso la amenaza, que más parece cantaleta, debe tomarse con pinzas. Recordemos que desde 1953 en que se declaró el armisticio entre las dos Coreas -una paz no declarada- las cosas entre ambos país se han cultivado por tensas y distantes y por supuesto con diferencias notables en crecimiento y desarrollo. 

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