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“La oposición ha tomado la conducción del Parlamento”. ¿Cuál oposición? Tenemos el convencimiento de que durante los cuatro primeros años de este gobierno no ha existido real oposición. Salvo que se llame así a la grita, las acusaciones mutuas, las investigaciones frustradas, las desautorizaciones; al lenguaje de adjetivos alharaquientos, agresivos y malhablados de los que se ha hecho gala para arrinconar al oficialismo en políticas caseras e intrascendentes, y que fuera respondido con similares características desde las alturas de Palacio de Gobierno y el oficialismo.

¿Se conoce de la oposición alternativas programáticas serias y distintas a las del Gobierno? La oposición realmente existente solo fue politiquera, en la pugna por comisiones, en el mutuo ataque y la mutua adjetivación, en el recordatorio contumaz del rosario de antecedentes de cada cual.

La defensa de la autonomía del Congreso y la vigencia del equilibrio de poderes, que aparecen como centrales en este recambio, no forman parte del historial de relaciones con el Ejecutivo, ni siquiera en los tiempos de las tesis del Primer Poder del Estado.

Además, suena a burla que el fujimorismo aparezca como abanderado principal y belicoso del equilibrio de poderes. Sería conveniente que volvieran un poco a su pasado reciente y los peruanos pusiéramos al día nuestros recuerdos sobre la forma como funcionó este elemento democrático durante el régimen fujimorista. ¿Hemos olvidado tan pronto cómo se comportó el Congreso fujimorista respecto del Ejecutivo? ¿Dónde quedan las amnistías a criminales y torturadores, las interpretaciones auténticas, la defenestración de miembros del Tribunal Constitucional, la disolución del Congreso a través de un golpe de Estado?

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