Desde las dos hasta las ocho de la mañana del 25 de diciembre duró el incendio en una fábrica de Comas, el cual fue provocado por un juego pirotécnico que cayó en los almacenes de pintura.

El lugar ardió por horas y las viviendas ubicadas en los alrededores soportaron una mala noche.

Pese a las campañas para evitar el uso de dichos artefactos en estas fechas, una gran cantidad de ellos fueron encendidos para recibir la Navidad, y lo preocupante es que no se tomaron las previsiones del caso.

El panorama de la fábrica después del incendio era de tragedia y, lo que es peor, quedaron en la calle varios trabajadores que dependían de un puesto allí para ganar un sueldo y así mantener sus hogares.

Hoy, reducidas a cenizas las instalaciones, cabe preguntarse: ¿quién paga los daños provocados por la imprudencia de personas que sin pensar en las consecuencias generaron tremenda desgracia?

Vale la ocasión para preguntarse también lo siguiente: ¿funcionaron los controles para la comercialización e ingreso al mercado nacional de varias miles de toneladas de estos juegos pirotécnicos?

Parece que nuevamente los controles para su ingreso fueron nulos, pues pese a existir prohibiciones, año a año aumenta la cantidad de estos artefactos que se expenden sin control alguno.

La informalidad reina en este asunto y de seguro seguirán habiendo desgracias y en ciertos casos con la pérdida de vidas humanas. Por ello, urge seriedad y control en la comercialización de estos productos, que siempre provocan tragedias.

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