Falta ya muy poco para las elecciones. A poco más de un mes -con el intervalo de las fiestas de fin de año que nos ubican en una burbuja de amor y regalos- nos despertaremos con un pie en el nuevo Parlamento. Que nos sirva este interregno para dejar reflexivamente de lado la confrontación, que ha signado negativamente al país en los últimos años, si no queremos formar parte del lado turbulento de la región. Nos interesa el círculo virtuoso de los acuerdos y consensos para descartar la desintegración y la autodestrucción.

Si el episodio del cierre del Congreso va llegando a su fin sin mayor beneficio social ni político, nos toca ahora construir algo distinto y positivo. Un estudio del JNE ubica como principales preocupaciones de los futuros congresistas a la corrupción, la inseguridad y el desempleo, que esperan sin que el Ejecutivo haya logrado avanzar en ellas desde el 30 de septiembre a la fecha. Habría que agregar la salud pública que ha cambiado de ministros, pero no muestra síntomas de mejora real con hospitales que atiendan como debe ser, con medicinas suficientes y equipamiento indispensable. La cortedad de la ejecución presupuestal en este sector clave no tiene parangón a pesar de las clamorosas necesidades.

Esta enumeración es en sí misma una agenda mínima como desafío del nuevo Congreso hacia adelante. Más allá de la sumaria campaña electoral, ya obtenidos los escaños, se requerirá del diálogo entre bancadas con conocimiento de causa y legítimo interés por los puntos comunes para el cambio esperado. Les tocará analizar los recursos necesarios y la combinación de políticas que permitirán al país salir del hoyo sin agravar la situación. Si el presidente sigue banderizado con la lucha contra la corrupción, que el flamante Parlamento asuma los otros aspectos para evitar que sigamos dando discursos y vueltas y vueltas a la noria.

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