Ha sido importante que el presidente de EE.UU. haya reconocido en oportunidad de su reciente viaje a Argentina que su país no le haya otorgado la atención que suponía la sistemática violación de derechos humanos en el país sudamericano a fines de los setenta. Pero lo hizo, y eso es bueno, en el marco de los 40 años del golpe militar en la Nación argentina. La dictadura es el ejercicio no democrático del poder. Para tomar el poder y mantenerlo, las dictaduras se valen del uso de la fuerza quebrando, en consecuencia, el imperio del Estado de Derecho.Eso fue lo que hicieron los militares argentinos llevando al país a la debacle económica, amén de las consecuencias que produjo la decisión de recuperar las Islas Malvinas en 1983, a las que el gobierno de Macri no debe bajar la guardia para recuperarlas por la diplomacia y con una solvente política exterior. Es interesante que EE.UU. haya hecho esta suerte de mea culpa por la falta de acción o si prefiere por evidente omisión. La política exterior de EE.UU. ha tenido un rol bastante polarizado con relación a los DD-HH. Por un lado, ha establecido como fórmula de relacionamiento con otros Estados la exigencia del cumplimiento de los DD.HH. al interior de esos países como viene sucediendo con Cuba, a la que acaba de reiterar la necesidad de que los signos del respeto de los DD.HH. en la isla sean totalmente evidentes. Por otro lado, se le ha imputado violaciones de DD.HH. en diversas partes del mundo, como en los últimos años en la cárcel de Guantánamo o durante el tiempo que ocuparon Iraq. Al final, Obama le recuerda su compromiso a Cuba desde Argentina y reitera el de su gobierno de priorizar su accionar sobre los DD.HH. 

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