Occidente amenazado por el terror
Occidente amenazado por el terror

Una confluencia de hechos importantes impactarán sobre el entorno mundial en que vivimos. Citemos algunos.

Ha muerto el nonagenario rey de Arabia Saudita, capital del wahabismo islámico y el integrismo sunita. Es el país que domina la OPEP y se opone a los recortes de producción que Venezuela e Irán exigen para elevar los precios. Los Estados del Golfo quieren quebrar la producción del petróleo de los esquistos que ha liberado a EE.UU. de la dependencia energética, una revolución tecnológica que ha precipitado la debacle de Venezuela, Cuba, el ALBA, Petrocaribe y la viabilidad económica de megaproyectos como Presal en Brasil. (También se especula que el acercamiento de Irán con Argentina explicaría el asesinato del fiscal que investigaba el atentado contra la AMIA, pues Teherán habría pedido bloquear el caso).

Son los mismos gobiernos que trajeron a Irán a la región. Son los aliados estratégicos de Putin (tan cortejado por Hugo Chávez y Maduro). Las desmedidas ambiciones geopolíticas de Rusia han sufrido por los combustibles baratos y las sanciones internacionales por su comportamiento contra Ucrania. Ha tenido que recostarse en el regazo de China, su viejo rival comunista, para construir un inmenso gaseoducto que le evite depender solamente del mercado europeo.

La persistente recesión y el desempleo en casi todos los miembros de la Unión Europea, la han forzado a ensayar -con cinco años de retraso- medidas de estímulo monetario que funcionaron en EE.UU. (pero que no sirvieron en Japón). Los destrozos del ajuste son visibles. La izquierda radical en Grecia, el “chavismo español” de Podemos y el resurgimiento de un nacionalismo anti-inmigración pueden bloquear el gran acuerdo comercial Europa-Estados Unidos (TTIP). Ese tratado transatlántico, y el acuerdo transpacífico (TPP) con Asia y parte de América Latina, revitalizarían la recuperación económica global. La mayoría republicana en el Congreso norteamericano facilitaría el otorgamiento del poder especial (“fast track”) que Obama ha solicitado para concluir las negociaciones.

Pero el telón de fondo es sombrío. Lo refleja crudamente el editorial del Economist (“Going dark”) que trata sobre contraterrorismo. El subtítulo es deprimente: “La amenaza terrorista crece justo cuando declina la capacidad de las agencias de seguridad occidentales para derrotarlo”.

Las libertades democráticas y la soberanía son el paraíso de los terroristas que, por cualquier medio, logran quebrar la seguridad que protege a las sociedades occidentales. A partir de su visita a Turquía, el Papa Francisco intentó un humilde y fraternal acercamiento con el Islam, una religión sin la organización jerárquica indispensable para hacer respetar una interpretación autorizada del Corán que condene herejías doctrinales como la “yihad”. En pleno siglo XXI, la guerra santa medieval no la libran ejércitos sino terroristas fanáticos que penetran o se instalan clandestinamente en las sociedades que los acogen legalmente, garantizándoles las mismas libertades y derechos de sus víctimas inocentes.

Es imperativo, pues, que los gobiernos occidentales demuestren una férrea voluntad política para doblegar al agresor.