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Chavimochic es el proyecto emblemático de La Libertad y probablemente de todo el norte. Está paralizado desde el 2016 y ahora el caso Odebrecht amenaza su continuidad.

La empresa brasileña es la ejecutora, pero el ruido político, que poco entiende de números -excepto cuando se trata de encuestas-, la quiere fuera, expulsada de una vez. El caso “Lava Jato”, en el que la compañía brasileña ha sido la primera en acogerse a la colaboración eficaz, ha atizado ese ruido político y la demagogia.

El gobernador Manuel Llempén lo ha dicho: la idea es que Odebrecht termine Palo Redondo, que quedó inconclusa, y luego se vaya. Se resolvería el contrato porque la compañía está dispuesta a irse sin mayores aspavientos, siempre y cuando le dejen terminar lo empezado. Y le paguen, claro.

Si es que el gobernador patea el tablero ahora mismo, iremos a instancia internacional y se buscará que alguna compañía extranjera asuma la papa caliente. Los empresarios y los analistas han dejado en claro que eso nos tomaría unos seis años, si somos optimistas.

Sin embargo, los que se oponen a lo que plantea el gobernador gritan corrupción y se indignan de un modo que recuerda a las radionovelas. Se comprende que el nombre de Odebrecht cause resquemor, pero habría que ir más allá; debido a que la oposición está incluso en el propio partido del gobernador, Alianza Para el Progreso, donde piensan más en las próximas elecciones con César Acuña a la cabeza. El mismo Martín Vizcarra, preocupado por las encuestas, también duda.

Ciento ochenta mil empleos dependen de Chavimochic. Gran parte del éxito económico del norte peruano está vinculado a sus bondades en la agroindustria. Odebrecht es la primera empresa que aceptó sus culpas, sus funcionarios son otros y tienen los ojos de todos sobre ellos. La otra alternativa sería esperar más tiempo, y eso no le conviene a Llempén, claro, como autoridad; pero tampoco a los demás.